viernes, 8 de enero de 2010

Mala calidad de sueño en médicos

Journal of Psychosomatic Research’

Mala calidad de sueño en médicos

Las conclusiones aparecen en la revista ‘Journal of Psychosomatic Research’. Los médicos de atención primaria con mayor desgaste profesional duermen peor .

Info SINC, España


Directivos, abogados, trabajadores sociales, vendedores y dependientes pueden padecer burnout o desgaste profesional, aunque los colectivos más sensibles a esta dolencia son las personas que trabajan en la enseñanza y en el sector de la salud. Un nuevo estudio muestra que existe una relación entre el agotamiento laboral de los médicos de atención primaria y las alteraciones del sueño.

Según los expertos, el burnout o desgaste profesional es considerado actualmente como uno de los riesgos psicosociales al que están expuestos los profesionales sanitarios. Así, el estudio analizó la prevalencia del insomnio y la calidad del sueño y su relación con el burnout en una muestra de médicos de atención primaria.
Las conclusiones, que aparecen en la revista Journal of Psychosomatic Research, muestran que las personas con alto desgaste profesional duermen peor. Antonio Vela, investigador principal del estudio, lo confirma a SINC: “los datos indican que existe una clara relación entre el burnout y las alteraciones de sueño”.

Los investigadores seleccionaron una muestra representativa compuesta por 240 médicos, 75 hombres y 165 mujeres, con una edad media de 41.9 años. Los facultativos, que fueron divididos en dos grupos en función de su grado de desgaste (alto-burnout y bajo-burnout), pertenecían a 70 centros de atención primaria de la Comunidad de Madrid.

El trabajo mostró que el 18.8% del total de la muestra cumplió los criterios diagnósticos de insomnio del Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM - IV), con una mayor prevalencia entre los médicos
con altos niveles de burnout (21.1%), comparados con aquellos que presentaban bajos niveles de desgaste (6.9%).

Los resultados no indicaron diferencias significativas en relación a la edad, número de hijos, educación y experiencia profesional. Sin embargo, sí que se observaron diferencias en relación al sexo y al estado civil de los médicos, con mayores valores de burnout en las doctoras sin pareja.

“Puesto que el desgaste profesional es un problema crónico que se desarrolla a lo largo del tiempo, resulta crucial encontrar síntomas tempranos para su prevención temprana”, continúa Vela. “Es más, el tratamiento de los problemas de sueño puede constituir un paso importante en el proceso de rehabilitación de las personas con burnout”.

Cada día es un calvario

El burnout es una enfermedad psicológica que puede afectar a gran cantidad de personas. Estudios recientes certifican que entre el 20% y el 30% de los médicos, profesores y policías locales padecen sus síntomas. Desde el año 2000, una sentencia del Tribunal Supremo reconoce este síndrome como una dolencia psíquica causante de periodos de incapacidad temporal.

Esta patología se puede considerar como la fase avanzada del estrés laboral, causada por el continuo intercambio emocional, el contacto diario con las demandas de otras personas y la saturación de las capacidades adaptativas del individuo. Este síndrome se manifiesta habitualmente en sentimientos de
desamparo, fracaso e impotencia, baja autoestima, inquietud y falta de concentración e, incluso, comportamientos paranoides con compañeros de trabajo, clientes o familia.

En el plano físico, las consecuencias de esta patología son el cansancio, los dolores osteomusculares, cefaleas, insomnio y alteraciones gastrointestinales y taquicardias, entre otros. Por último, la conducta del individuo puede sufrir también alteraciones con consumos abusivos de café, alcohol, fármacos o drogas, absentismo laboral, bajo rendimiento y conflictos interpersonales.

Los facultativos recomiendan olvidarse de los problemas laborales fuera del trabajo, llevar a cabo prácticas de relajación, desconectar en pequeños descansos a lo largo de la jornada laboral y trabajar bajo objetivos cuya
consecución sea factible.

Sin embargo, cuando la enfermedad ha superado sus primeros estadios los especialistas pueden llegar a aconsejar que sus pacientes abandonen el trabajo, siempre y cuando éstos demuestren ser incapaces de reconducir sus sensaciones en sus respectivos centros laborales y su salud física o psicológica se vea en serio peligro o muy dañada.

*Artículo relacionado: "Burnout en médicos hispanoamericanos"

Estado actual y retos futuros en el estudio del Burnout

Estado actual y retos futuros en el estudio del Burnout
Una completa revisión del estado actual de la investigación sobre el tema.

Marisa Salanova y Susana Llorens. Equipo de investigación WONT. Universitat Jaume I de Castellón
Papeles del Psicólogo. Enero , número 1 VOL-29 , 2008


El objetivo principal de este artículo es ofrecer una revisión de la actual investigación aplicada del síndrome de quemarse por el trabajo o burnout.

1. Comenzamos con el concepto de burnout, su evolución desde los primeros estudios en ocupaciones de servicios, hasta la actualidad en donde la investigación ha demostrado la importancia de considerar otras ocupaciones, y ampliar las dimensiones clave del burnout.

2. En segundo lugar, examinaremos cómo evaluar el burnout, en función de la posición conceptual de partida, así como del grupo objetivo que evaluamos.

3. En tercer lugar, describiremos las principales estrategias de intervención psicosocial clasificadas según sus objetivos (intervención primaria, secundaria y/o terciaria) y el foco (centrado en las personas, y/o en la organización).

4. Finalmente, aportaremos información sobre algunos retos en la investigación futura del burnout, básicamente en el estudio del engagement desde un planteamiento teórico basado en el nuevo movimiento de la Psicología Positiva.

Sobre el concepto de Burnout: su estado actual

El burnout o síndrome de estar quemado por el trabajo constituye uno de los daños laborales de carácter psicosocial más importantes en la sociedad actual. El elevado ritmo de vida, la transformación de los mercados y la estructura del sector económico (caracterizados por un incremento del trabajo emocional y mental), las exigencias de mayor calidad del trabajo, junto con la ruptura del contrato psicológico y los costes que el burnout supone para las personas y las organizaciones, ha despertado el interés en conocer y tomar medidas para prevenir el burnout.

El síndrome de estar quemado por el trabajo puede entenderse como una respuesta prolongada a estresores crónicos a nivel personal y relacional en el trabajo, determinado a partir de las dimensiones conocidas como agotamiento, depersonalización y cinismo e ineficacia profesional (Maslach, Schaufeli, y Leiter, 2001). Hace referencia a una metáfora que describe un estado de agotamiento similar a un fuego que se sofoca, una pérdida de energía, una llama que se extingue o una batería que se agota…

Una definición clásica de burnout es la que ofrece Maslach (1993, p. 20-21) quien lo define como: “un síndrome psicológico de agotamiento emocional, despersonalización y reducida realización personal que puede ocurrir en individuos normales que trabajan con personas de alguna manera. El agotamiento emocional se refiere a los sentimientos de no poder dar más de sí a nivel emocional y a una disminución de los propios recursos emocionales. La despersonalización se refiere a una respuesta de distancia negativa, sentimientos y conductas cínicas respecto a otras personas, que son normalmente los usuarios del servicio o del cuidado. La reducida realización personal se refiere a la disminución en los propios sentimientos de competencia y logro en el trabajo”.

Esta situación se traduce en una serie de consecuencias tanto a nivel individual (agotamiento, fatiga crónica, cansancio, distancia mental, ansiedad, depresión, quejas psicosomáticas, incremento del uso de substancias tóxicas, generalización o ‘desbordamiento’ a la vida privada, dudas respecto a la propia capacidad para desempeñar el trabajo), a nivel de trabajo (insatisfacción laboral, falta de compromiso organizacional e intención de abandonar la organización) y a nivel organizacional (incremento de la tasa de absentismo y bajas laborales, disminución del desempeño del trabajo y falta de calidad del servicio) (Schaufeli y Buunk, 2002).

El estudio del burnout a nivel científico ha permitido el desarrollo del concepto hasta nuestros días. Originalmente, Freudenberger (1974) y Maslach (1976) consideraron el burnout como un síndrome que aparecía en individuos que trabajaban con personas o profesionales de servicios. Estaba compuesto por las 3 dimensiones básicas que señalábamos antes:

1) agotamiento emocional

2) despersonalización

3) reducida realización personal.

Recientemente el estudio del burnout se ha ampliado a todo tipo de profesiones y grupos ocupacionales como trabajadores que trabajan con datos (ej., teletrabajadores) o trabajadores que trabajan con cosas (ej., operarios de producción de una industria) (Salanova, Schaufeli, Llorens, Peiró, y Grau, 2000).

Además, el burnout también puede aparecer en muestras preocupacionales:

estudiantes universitarios. Hablaríamos del síndrome de quemarse por los estudios que podría ocasionar depresión, malestar psicosocial e incluso el abandono de los estudios (Salanova, Martínez, Bresó, Llorens, y Grau, 2005).

El estudio del burnout no es una cuestión de modas y de unos cuantos, sino una necesidad social orientada a mejorar la salud y la calidad de vida de las personas tal y como apunta la Ley de Prevención de Riesgos Laborales (Ley 31/1995 de 8 de noviembre, España).

En una revisión sobre burnout realizada por Schaufeli en el año 2003 se muestran datos sobre la prevalencia del burnout en muestras holandesas (las únicas que cuentan con puntos de corte validados clínicamente): entre un 4 y un 7% de los trabajadores podían considerarse población de riesgo (llegando al 10% en algunas ocupaciones específicas), mientras que un 7.2% sufrían burnout clínico, lo que implica entre 250.000 y 440.000 afectados. Situación que puede haberse agravado en España debido a los incrementos del estrés que pueden observarse en las últimas encuestas españolas sobre condiciones de trabajo (48%) (V Encuesta Nacional sobre Condiciones de Trabajo, 2004).

Basándose en premisas de generalización y extensión del síndrome, Schaufeli y Enzmann (1998, p.36) ofrecen una definición sintética del burnout: “estado mental, persistente, negativo y relacionado con el trabajo, en individuos ‘normales’ que se caracteriza principalmente por agotamiento, que se acompaña de malestar, un sentimiento de reducida competencia y motivación y el desarrollo de actitudes disfuncionales en el trabajo”.

Se mantiene el carácter tridimensional del síndrome, pero con referencia al trabajo en general que uno realiza y son:

1) Agotamiento (fatiga producida por los excesivos esfuerzos psicológicos que se realizan en el trabajo sin tener en cuenta si la causa son las relaciones con las personas o con el trabajo más en general).

2) Cinismo (indiferencia y actitudes distantes respecto a los objetivos o utilidad del trabajo) y falta de eficacia profesional (tendencia a evaluar el propio trabajo de forma negativa e implicaría una reducción de las creencias de eficacia y habilidad para realizar su trabajo).

Aunque generalmente altos niveles de agotamiento y cinismo y bajos niveles de eficacia profesional se han considerado indicadores de burnout, existe evidencia empírica que señala que el agotamiento y el cinismo constituyen el corazón o las dimensiones clave del burnout (Green, Walkey, y Taylor, 1991, p. 463). Mientras que se ha mostrado el rol independiente de la eficacia profesional, considerándola como una dimensión más cercana a una variable de personalidad (más estable), como una forma de afrontamiento, o como un antecedente del burnout (ver Salanova, 2006).

Sin embargo, estudios más recientes realizados en muestras ocupacionales y pre-ocupacionales revelan que el burnout constituye un síndrome caracterizado por:

1) Agotamiento (relacionado con crisis en las relaciones entre la persona y el trabajo en general).

2) Distancia mental (que incluye tanto el cinismo –actitudes distantes hacia el trabajo en general- como la despersonalización –actitudes distantes hacia las personas para y con las que se trabaja).

3) La ineficacia profesional (sensación de no hacer adecuadamente las tareas y ser incompetente en el trabajo) (ver Salanova, 2006).

Respecto a la medida de eficacia profesional, estudios recientes vienen a señalar la necesidad de medir ‘ineficacia’ en lugar de ‘eficacia’ utilizando ítems invertidos (Bresó, Salanova y Schaufeli, 2007, Schaufeli y Salanova, 2007).

Respecto al proceso de desarrollo del burnout, los resultados en muestras de trabajadores holandeses con estudios longitudinales (es decir, a lo largo del tiempo) mostraron que existe un orden causal entre las dimensiones clave del burnout; esto es, altos niveles de agotamiento emocional llevaban a altos niveles de despersonalización (Taris, Le Blanc, Schaufeli, y Schreus, 2005).

Además, en la Nota Técnica de Prevención sobre burnout se muestran los principales factores psicosociales responsables del desarrollo del síndrome. Respecto a las variables individuales se destaca el género (siendo las mujeres las que puntúan generalmente más alto en agotamiento e ineficacia profesional) y variables de personalidad (son las personas con un patrón de conducta Tipo A, baja estabilidad emocional y locus de control externo las que son más vulnerables de sufrir burnout). A estas variables individuales, añadiríamos también la falta de eficacia profesional como antecedente proximal del burnout. A nivel social se destaca el papel de la percepción de falta de apoyo social que proviene de las redes sociales del individuo. A nivel organizacional se destacan, los aspectos relacionados con el contenido del puesto (puestos ‘tóxicos’), la falta de un clima laboral positivo o la falta de reciprocidad (Bresó, Salanova, Schaufeli, y Nogareda, 2007).

A modo de resumen, podemos decir que existen dos procesos que explican el proceso de desarrollo o etiología del burnout.

El primero hace referencia al proceso de burnout desarrollado en profesionales de ayuda. En este caso, el burnout puede desencadenarse debido a las demandas interpersonales que implican el trato con pacientes/clientes/usuarios que incluso pueden llegar a consumirles emocionalmente. Para evitar el contacto con la fuente originaria del malestar se adopta la despersonalización como estrategia de afrontamiento, que llevaría en última instancia a una reducida realización personal.

Desde la teoría del desequilibirio esfuerzos-resultados esta situación podría explicarse como consecuencia de una falta de reciprocidad o percepción de falta de justicia entre las inversiones y resultados que se ponen en juego en una interacción social (Bakker, Killmer, Siegrist, y Schaufeli, 2000; Smets, Visser, Oort, Schaufeli y de Haes, 2004).

El segundo proceso de desarrollo del burnout es de naturaleza más general, aplicable a cualquier ocupación. Se asume que, independientemente de la ocupación, una falta de confianza en las propias competencias resulta un factor crítico en el desarrollo del burnout (Cherniss, 1993). Investigaciones recientes han demostrado que, independientemente de la ocupación, el burnout se produce como consecuencia de crisis sucesivas de eficacia (ej., Llorens, García, y Salanova, 2005).

La presencia de altas demandas y pobres recursos podría generar estas crisis sucesivas de autoeficacia que con el tiempo generarían burnout; esto es, agotamiento, distancia mental (cinismo y despersonalización) e ineficacia profesional.

SINDROME DEL BURN-OUT EN MEDICOS DE AMERICA LATINA

SINDROME DEL BURN-OUT EN MEDICOS DE AMERICA LATINA

Armand Grau, Daniel Flichtentrei, Rosa Suñer, Sílvia Font-Mayolas, María Prats y Florencia Braga
IntraMed
Rev Esp Salud Pública 2009; 83: 215-230, N.° 2 - Marzo-Abril 2009

Resumen:

Fundamento: La aparición del síndrome de burnout se relaciona con factores ambientales, culturales y personales. Los objetivos de este estudio son comparar la prevalencia de burnout entre profesionales sanitarios de países de habla hispana y explorar su asociación con las características sociodemográficas y profesionales de los trabajadores y con sus percepciones.

Métodos: Se ha estudiado el síndrome de burnout en 11.530 profesionales de la salud de habla hispana (51% varones, edad media de 41,7 años). Se utilizó el Maslach Burnout Inventory y un cuestionario de elaboración propia vía online desde el portal sanitario Intramed El período de estudio fue desde diciembre del 2006 hasta septiembre del 2007. Las asociaciones entre variables se estudiaron mediante pruebas de regresión logística.

Resultados: La prevalencia de burnout en los profesionales residentes en España fue de 14,9%, del 14,4% en Argentina, y del 7,9% en Uruguay. Los profesionales de México, Ecuador, Perú, Colombia, Guatemala y El Salvador presentaron prevalencias entre 2,5% y 5,9%. Por profesiones, Medicina tuvo una prevalencia del 12,1%, Enfermería del 7,2%, y Odontología, Psicología y Nutrición tuvieron cifras inferiores al 6%. Entre los médicos el burnout predominaba en los que trabajaban en urgencias (17%) e internistas (15,5%), mientras que anestesistas y dermatólogos tuvieron las prevalencias más bajas (5% y 5,3% respectivamente). Fueron variables protectoras la mayor edad (OR=0,96), tener hijos (OR=0,93), la percepción de sentirse valorado (OR=0,53), el optimismo (OR=0,80), la satisfacción profesional (OR=0,80) y la valoración económica (OR=0,91).

Conclusiones: La prevalencia del burnout es mayor en España y Argentina y los profesionales que más lo padecen son los médicos. La edad, tener hijos, la percepción de sentirse valorado, el optimismo, la satisfacción laboral y la valoración
económica, son variables protectoras de burnout.




Introducción:


El síndrome de burnout, conocido en la literatura de habla hispana como síndrome de desgaste profesional1,2 y más recientemente como síndrome de quemarse por el trabajo3 fue descrito por Freudenberger en los años setenta4. Aunque existen múltiples definiciones, la más conocida es la de Maslach y Jakcson, elaborada al desarrollar el cuestionario de medida Maslach Burnout Inventory (MBI) en los años ochenta5, que lo caracteriza como la presencia de altos niveles de agotamiento emocional (AE) y despersonalización (DP) y una reducida realización personal (RP). El síndrome de burnout aparece cuando fracasan los mecanismos compensatorios de adaptación ante situaciones laborales con un estrés sostenido.

Se observa con mayor frecuencia en trabajos con un desajuste entre las demandas y los recursos, y especialmente en personas con unas expectativas idealistas que encuentran una realidad frustrante6. Las cifras de prevalencia del síndrome de burnout comunicadas en la literatura varían según el cuestionario utilizado, los puntos de corte aplicados pueden provenir de diferentes fuentes y la interpretación de los resultados puede ser muy variable (desde considerar caso de burnout con una sola dimensión alterada hasta requerir la alteración de las tres dimensiones)3,7-10.
En el desarrollo del síndrome de burnout intervienen factores ambientales, culturales y personales11-14. Entre los factores ambientales se ha observado que los trabajadores del sector servicios y los profesionales sanitarios y docentes, son los que presentan mayores prevalencias de burnout. Además, entre los profesionales sanitarios se han hallado diferencias en la intensidad del síndrome de burnout entre las distintas profesiones, y en el seno de una misma profesión hay variabilidad según contextos sociales, culturales, económicos y políticos15. Algunos autores han observado que la sociedad occidental, generadora de competitividad y materialismo, predispone a experimentar burnout16 , otros consideran que no sólo implica a sociedades del bienestar y que es un problema transnacional y transcultural17.

Determinados investigadores preconizan estudiar la cultura subjetiva del burnout en las diferentes poblaciones, tanto nacionales como profesionales, porque consideran que los aspectos sociales, económicos y culturales son relevantes en el síndrome de burnout, tanto en su génesis como en sus repercusiones18 . Respecto a los factores individuales relacionados con menor presencia de burnout se han estudiado diversos rasgos de la personalidad, el optimismo, la afectividad, o la autoestima19-21. Se han publicado estudios contradictorios respecto a la influencia de diversas variables, algunas de ellas persistentemente valoradas, como la edad y el sexo13,14,22,23, como consecuencia de diferencias en la composición de las muestras y del bajo tamaño muestral de la mayoría de los estudios. Los objetivos de esta investigación son, por una parte comparar la prevalencia de burnout y de los valores de las tres dimensiones del MBI entre profesionales sanitarios de diferentes países de habla hispana, y por otra parte explorar la asociación del síndrome de burnout y del nivel alto de las dimensiones que lo integran con las características sociodemográficas de los profesionales
y sus percepciones.



Autores: Armand Grau 1,3, Daniel Flichtentrei 2, Rosa Suñer 1,4, Sílvia Font-Mayolas 1,5, María Prats 2 y Florencia Braga 2.

1 Instituto de Investigación sobre Calidad de Vida, Universidad de Girona, España.
2 www.Intramed.net, Argentina.
3 Unidad Coordinadora de Calidad, Formación e Investigación, Fundación Salud Empordà
4 Departamento de Enfermería, Universidad de Girona, España.
5 Departamento de Psicología, Universidad de Girona, España.

Aplicar normas de aviación en la seguridad hospitalaria reduciría los errores.

Bienvenidos a bordo. Les habla el cirujano'
Aplicar normas de aviación en la seguridad hospitalaria reduciría los errores.

El Mundo, España


MARÍA VALERIO

Probablemente, si antes de dormirse para una operación el paciente conociese de su equipo médico una lista con las medidas de seguridad similar a la que escuchamos en un avión antes de despegar, se quedaría más tranquilo. Una experiencia llevada a cabo en dos hospitales de Nueva York demuestra que si los sanitarios imitasen los estrictos controles que hay en el mundo de la aviación, podría reducirse el número de errores médicos.

Lo han comprobado en los pasillos de dos centros hospitalarios neoyorquinos Harry Sax y su equipo, que acaban de dar a conocer sus conclusiones en las páginas de la revista 'Archives of Surgery'. El personal de servicios especialmente críticos (como las Urgencias o Ginecología, enfermería o Cirugía) fue debidamente formado en unos cursos bautizados como 'Lecciones desde la cabina'.

Una vez superada la fase de concienciación de los profesionales, se elaboró una lista de seguridad con una serie de puntos a revisar antes de iniciar los procedimientos quirúgicos. Esta 'check-list' se colgó debidamente visible en todos los quirófanos de ambos centros (uno de ellos con más de 700 camas de capacidad y el otro con unas 200) y además se responsabilizó a la enfermera circulante de repasarla antes de comenzar cualquier operación.

A pesar de las esperadas reticencias iniciales, "porque los cirujanos veían la lista como un obstáculo que entorpecía y enlentecía su trabajo", en cinco años lograron un uso rutinario del listado de seguridad del 100%. A este repaso de los puntos clave (similar al que se efectúa a los aviones antes del despegue), se sumó una intensa campaña de concienciación entre el personal, llevada a cabo mediante encuestas periódicas y métodos para notificar cualquier error o efecto adverso.

Aunque los autores de este experimento son conscientes de que su método no es perfecto, y admiten algunas limitaciones (sus conclusiones se basan en la percepción de los galenos a través de las encuestas), sí consideran que los procedimientos de seguridad que se emplean en aviación desde la década de los setenta y que han logrado reducir significativamente el número de accidentes de avión, podría ser un buen modelo a imitar.

La propia Organización Mundial de la Salud ya elaboró recientemente un listado prequirúrgico de cuestiones a revisar antes de emplear el bisturí que podría reducir a la mitad el riesgo de complicaciones. Entre otras cosas, este organismo recomienda que un coordinador compruebe en voz alta algunos aspectos esenciales de la operación y que realice una pregunta sencilla: '¿Estamos de acuerdo que este paciente X se va a someter a una operación de X?'.

A pesar de que parecen cuestiones obvias, no siempre se cumplen a rajatabla por las prisas. "Las instituciones hospitalarias deben empeñarse en fomentar una cultura de la seguridad, creando un entorno que facilite la notificación de errores más que las culpas individuales, y promueva una comunicación abierta entre todas las disciplinas", concluyen los autores.

AGRESIONES AL PERSONAL MEDICO




AGRESIONES AL PERSONAL MEDICO

La práctica profesional en un mundo en permanente transformación no podía quedar ajena a las modificaciones que las sociedades experimentan de modo cada vez más acelerado. El estereotipo social de la figura del médico se disuelve en un universo de situaciones inestables. Las condiciones del ejercicio, las patologías con que nos enfrentamos a diario, las relaciones entre personas - que constituyen la base misma del acto médico - no son inmutables y, por lo tanto, no podrían serlo las estrategias que el médico requiere para enfrentar estas nuevas realidades. Una serie interminable de cambios culturales han conformado nuevos escenarios para las relaciones humanas y, el médico, se sumerge a diario en situaciones para las que, a menudo, no ha sido adecuadamente preparado.

La violencia y la agresión emergen cuando la palabra se disuelve y el sentido se oculta.
Los cambios en las modalidades de asistencia ubican a menudo a pacientes y médicos en el lugar de víctimas de un sistema sobre el que no ejercen el control. Pese a esta concordancia en el papel que desempeñan, el médico resulta la figura visible de una organización sanitaria y, el personaje más a la mano para recibir las quejas, cuando no directamente las agresiones que, diversas situaciones vividas como injustas, promueven.

Es conocido el desgaste que situaciones como estas ocasionan en la voluntad e incluso en la salud de los médicos. La literatura abunda en descripciones de cuadros clínicos graves precipitados por el trabajo en entornos desfavorables y con un clima psicológico de violencia y agresividad.

La relación entre médicos y pacientes descansa sobre un pacto básico de confianza mutua, sobre los pilares esenciales del diálogo, la escucha y la comprensión.

¿De qué modo las nuevas modalidades de relación entre las personas influyen sobre el acto médico?

¿Cuál será el impacto que, un mundo de vínculos violentos, impone a las relaciones entre médicos y pacientes?

IntraMed ha realizado la mayor encuesta conocida sobre una población de médicos acerca de las agresiones sufridas durante el ejercicio de su profesión. Hemos recabado información entre nuestros usuarios de diversos países del área de influencia, predominantemente de América Latina y, disponemos de datos provenientes de más de 30.100 profesionales que participaron de la muestra.

Los encuestados respondieron respecto de la existencia de actos de violencia verbal o física relacionados con su profesión y acerca de cuales resultaron las modalidades más frecuentes.
El cuestionario empleado se construyó bajo la premisa de la simplicidad y la concisión de las consignas con el objeto de facilitar la recolección de información significativa.

Existen algunos relevamientos de opinión realizados en otros lugares del mundo, aunque en poblaciones mucho menores. El más reciente y difundido obedece a una iniciativa del Colegio de Médicos de Barcelona, España, cuyos resultados son similares.

Metodología:

Se realizó una encuesta mediante un cuestionario estructurado disponible on line entre los usuarios registrados del sito IntraMed (www.intramed.net).

El usuario accedía al formulario de manera automática luego de identificarse mediante log al momento del acceso a la página web.

La encuesta consta de 5 preguntas según el siguiente detalle:

* ¿Ha sufrido Ud agresiones como consecuencia de su tarea asistencial?

* ¿De estas cuál fue la más recurrente?

Nunca:
Verbales de pacientes:
Verbales de familiares:
Físicas de pacientes:
Físicas de familiares:

Las respuestas fueron almacenadas en una base de datos que conservaba la información demográfica y las opciones seleccionadas con imposibilidad técnica de identificar los datos personales del usuario. Mediante esta estrategia informática quedó preservada de manera incontrastable la privacidad de las personas.

Resultados finales generales:

* Procesamiento de los datos: el tratamiento estadístico estuvo a cargo del Área de Epidemiología del Htal. Italiano de Bs. As.

Se realizaron análisis uni y multivariado de los datos obtenidos en la encuesta con cálculo de intervalos de confianza, odds ratio y significación a través de p valor.

* Participación por países:



* Participación por especialidades médicas:



* Resultados: agresión, tipo:



* Agresiones según especialidad médica:

· Conclusiones preliminares:

El análisis de los datos de la encuesta IntraMed sobre agresiones contra médicos permite extraer algunas conclusiones preliminares.

* El 54,6% de los médicos encuestados reportó haber sufrido algún tipo de agresión durante el ejercicio de su profesión.

* El 52,4% sufrieron agresiones verbales provenientes de:
- Pacientes: 23%
- Familiares: 29,4%

* La edad (segmentada por décadas) en la que resultó más frecuente la agresión fue la comprendida entre 30 y 49 años (odds ratio: 1,365).

* La distribución según género (masculino/femenino) resultó similar.

* En el análisis por países, en una muestra con alto predominio de respuestas provenientes de Argentina, se muestra un 20% de exceso de riesgo de recibir agresiones para Argentina respecto de otros países (odds ratio: 1.61. IC 95%: 1,100 - 1,225).

* En el análisis comparativo por países se registra un 32% menos de agresiones entre las respuestas provenientes de México (odds ratio: 0,718 . IC 95%: o,659 - 0,783 ).

* La distribución por especialidades médicas revela que quienes se dedican a Emergencias muestran un exceso de agresiones respecto de otras especialidades (odds ratio: 2,448). Este resultado es consistente en cada uno de los países analizados.

→ IntraMed agradece la participación a todos quienes respondieron a nuestra encuesta; sin su colaboración esta investigación no hubiera sido posible.
→ Puede acceder al texto completo con gráficos y tablas en formato pdf desde el margen superior derecho de la página.

→ IntraMed agradece al Área de Epidemiología de Clínica Medica del Hospital Italiano de Buenos Aires por su participación en el procesamiento estadístico de los datos de la encuesta.

La enfermedad de los médicos y los sistemas de atención

La enfermedad de los médicos y los sistemas de atención

El bienestar del médico no solo podría beneficiar al médico en particular sino que también es vital para brindar prestaciones de salud de alta calidad. Cuando los médicos no están bien, su desempeño en la atención del sistema de salud puede ser subóptima.

Dres. Jean E Wallace, Jane B Lemaire, William A Ghali
Lancet 2009; 374: 1714–21


Introducción

"Los ciudadanos sanos son el mayor activo que cualquier país puede tener ". Sir Winston Churchill.

Los médicos son ciudadanos importantes de los sistemas de salud, y la evidencia indica que muchos médicos se hallan en estado de bienestar. Los médicos que se afectan por el estrés de su trabajo pueden caer en el abuso de sustancias, problemas de relación, depresión o incluso la muerte. Los resultados de las nuevas investigaciones muestran que el estrés de los médicos, la fatiga, el agotamiento, la depresión o la angustia psicológica afectan negativamente los sistemas de salud y la atención de los pacientes. Así, cuando los médicos no están bien, su desempeño en la atención del sistema de salud puede ser subóptima. El corolario es que el bienestar del médico no solo podría beneficiar al médico en particular, sino que también es vital para brindar prestaciones de salud de alta calidad. El término bienestar se utiliza para captar el carácter complejo y multifacético de la salud física, mental y emocional de los médicos como así de su bienestar. Los informes de las investigaciones sobre el distrés o la mala salud de los médicos incluyen términos como “burnout” (cuando los individuos se sienten emocionalmente abrumados por las exigencias de su trabajo), agotamiento emocional, fatiga, depresión, ansiedad, suicidio, abuso de sustancias o deterioro. Los autores también consideraron el lado positivo del bienestar; Shanafelt y col. señalaron que "el bienestar va más allá de la mera ausencia de angustia y del hecho de no estar presionado, ser próspero y exitoso en los diferentes aspectos de la vida personal y profesional. "

Tradicionalmente, para evaluar la ejecución de los programas aplicados a los pacientes, las organizaciones para la atención de la salud recurren a varios indicadores de la calidad prestacional. Teniendo en cuenta la relación entre el distrés del médico y las percepciones del paciente acerca de la atención, es posible llamar la atención hacia el bienestar del médico. Por desgracia, tales indicadores de la calidad de la atención de los pacientes y de los sistemas de atención sanitaria a menudo parecen pasar por alto o ignorar la cuestión del bienestar médico. Pero las evaluaciones que incluyen el bienestar médico podrían mejorar la calidad de vida del médico.

En esta revisión, se presentan las evidencias surgidas de publicaciones que podrían explicar la magnitud de las condiciones estresantes en las que trabajan los médicos. Se analizan cómo y por qué los médicos no se sienten bien, y las posibles explicaciones del escaso autocuidado que practican, una conducta difícil de revertir debido a barreras individuales, profesionales y de las organizaciones. Se analizan también las consecuencias potenciales del auto-abandono por parte de los médicos, tanto individualmente como a nivel de los sistemas de asistencia sanitaria. También, los motivos por los cuales los sistemas de salud deben medir en forma sistemática el bienestar de los médicos como un indicador de la salud y de la calidad de los sistemas de atención, luego de haber llegado a la conclusión que el bienestar médico subóptimo afecta negativamente el rendimiento del sistema de salud. Se comentan algunas mediciones y propuestas operativas relacionadas con la falta de aplicación de este indicador de calidad y se plantean varias cuestiones destinadas a lograr los resultados deseados para mejorar el bienestar médico y la calidad de los sistemas de de salud.

Riesgo de mala salud del médico

La práctica de la medicina es estresante para muchos médicos. Por ejemplo, los autores de un estudio canadiense informaron que el 64% de los médicos considera que su carga laboral es demasiado pesada mientras que el 48% ha tenido un aumento en su carga de trabajo en los últimos años. Por otra parte, las encuestas coinciden en documentar que los médicos trabajan muchas horas, un promedio de 50-60 horas por semana, cuando no están de guardia. Cuando los médicos trabajan en turnos de más de 24 hs, la fatiga resultante se asocia con consecuencias negativas para ellos, tanto desde el punto de vista personal como profesional.

Personalemente, tienen mayor riesgo de “burnout”, de lesiones con agujas percutáneas y de accidentes automovilísticos o incidentes más o menos parecidos al volver a su casa. Profesionalmente, los médicos que trabajan más de 24 horas tienen significativamente más fallas en la atención que los médicos que cumplen turnos de trabajo de menos de 16 horas.; los primeros tienen errores más serios que los médicos que trabajan menos horas seguidas.

Más allá de los efectos de la carga laboral y la fatiga, los médicos podrían estar afectados por otros factores de estrés específicos de la medicina. Por ejemplo, los médicos que trabajan en situaciones de carga emocional asociada con sufrimiento, temor, fracaso y muerte, y que a menudo culminan en difíciles relaciones con los pacientes, las familias y el personal médico, Por otra parte, el exceso de demandas cognitivas provocadas por la necesidad de un rápido procesamiento de la cantidad abrumadora de información durante largos períodos afectan negativamente la calidad laboral. Asimismo, los cambios recientes y rápidos en la práctica de la medicina—mayor demanda asistencial, cuestiones relacionadas con la remuneración, la burocracia que cada vez acompaña más a la práctica de la medicina, una mayor responsabilidad y conflictos entre las necesidades de la organización y de los pacientes—representan posibles amenazas para el bienestar del médico. A la vista de estos cambios de organización, muchas investigaciones se dedicaron a estudiar la disminución sustancial de la autonomía del médico debido al incremento de los costos y del control del trabajo médico por parte de los gobiernos, los empleadores y los pacientes. Por ejemplo, la estandarización de los protocolos para mejorar las intervenciones destinadas a mejorar la calidad de la atención han probado que se puede lograr dicha mejoría utilizando la evidencia disponible, pero los médicos consideran que estas restricciones organizativas influyen en sus decisiones y autonomía danto lugar a menudo a una mayor insatisfacción laboral y al estrés. Del mismo modo, el aumento del control de la atención médica en países como EE.UU. e Israel ha preocupado a los médicos en cuanto a la disminución de la calidad de la atención bajo esas condiciones, lo que al mismo tiempo reduce sus ingresos y autonomía.

La carga laboral excesiva, el estrés laboral crónico y la carga de la autonomía restringida provocan mayor incidencia de estrés y agotamiento (“burnout”) del médico. En un estudio, el 46% de los encuestados afirma que la práctica de la medicina es muy o extremadamente estresante. Cohen y Patten registraron que el 17% de los médicos residentes calificaron su salud mental como regular o mala, lo que supera al doble de la cantidad hallada en la población general. El “burnout” parece ser común en los médicos, afectando a aproximadamente al 25 al 60% de ellos y hasta al 75% en algunos estudios. Los períodos largos de trabajo excesivo, el estrés y el agotamiento podrían tener consecuencias graves para el bienestar individual de los médicos (abuso de sustancias, problemas de relación, depresión o, incluso la muerte). Sin embargo, las estadísticas sobre prevalencia de salud mental y emocional de los médicos varían sustancialmente debido a que los indicadores de bienestar son difíciles de cuantificar y calcular.

Algunos estudios han documentado claramente que los médicos tienen mayor estrés laboral y angustia emocional que la población general. Otros estudios reportan que los médicos tienen un grado de bienestar similar al de la población general, pero que la depresión es mayor en las médicas, los estudiantes de medicina y los médicos residentes. Se calcula que las tasas de suicidio entre los médicos es 6 veces mayor a la de población general, la mortalidad cardiovascular es mayor que la media, y en cerca del 8 al 12% del total de los médicos asistenciales se pronostica el desarrollo de un trastorno por abuso de sustancias en algún momento de su carrera.

Independientemente de si el estrés del médico es similar al de la población en general o si la mayoría de los médicos es feliz, es importante tener en cuenta el efecto potencialmente nocivo del estrés laboral sobre el bienestar del médico.

Atención subóptima relacionada con el bienestar de los médicos

El bienestar médico es complejo y multifacético: los factores individuales, profesionales y organizativos podrían afectar la capacidad del médico para sentirse bien. En relación con los diferentes factores, la investigación indica que los médicos no tienden a buscar la ayuda de otros para atender su necesidad o de bienestar o de salud. Arnetz se refiere a "la ignorancia, la indiferencia y el descuido de los médicos hacia su propia salud " cuando habla de la negligencia que muestran para someterse a exámenes físicos y para aplazar la búsqueda de tratamiento médico cuando están enfermos. Este patrón de conducta parece ser universal. Por ejemplo, del 18% de los médicos canadienses identificados como deprimidos solo el 25% consideró que debía buscar ayuda y solo el 2% en realidad lo hizo. Muchos médicos no tienen médico de familia. Pullen y col. Informaron que solo el 42% de los médicos australianos estudiados tenía un médico generalista y que la mayoría se automedica. Uallachain registró que el 30% de los médicos jóvenes de Irlanda no tenía un médico generalista desde hacía 5 años; el 65% se sentía incapaz de quitarle tiempo a su trabajo cuando estaban enfermos; el 92% se había automedicado al menos una vez y el 49% consideró que descuidaba su propia salud. Del mismo modo, Thompson y col. informaron que la mayoría de los médicos británicos son concientes de que no se comportan bien con respecto a su propia salud; la mayoría dijo que ellos trabajan cuando se sienten mal y esperan que sus colegas también lo hagan, aun pensando que el concento no aplica para sus pacientes.

En general, los médicos raramente toman precauciones que no son muy efectivas; el problema está exacerbado por la falta de un registro que permita brindarles un soporte mutual y de atención. La conspiración del silencio impide que los médicos comenten acerca del distrés de sus colegas o de los problemas relacionados con su salud personal. Por otra parte, un estigma percibido es asociado con un pedido de ayuda. Los médicos podrían sentirse incómodos en el papel de pacientes y temer que los otros interpreten su necesidad de ayuda como un indicador de su incapacidad para hacer frente a la situación. Sin embargo, los resultados muestran que los médicos que reciben apoyo de sus colegas o cónyuge tienen más éxito en el logro de su bienestar.

Otros indicadores de bienestar médico en el nivel individual tienen que ver con sus características personales y el género al que pertenecen. Ciertas características personales que prevalecen en el médico (perfeccionismo, adicción al trabajo y personalidades de tipo A) se asocian con resultados adversos para la salud, incluido el agotamiento, la depresión, la ansiedad, los trastornos de la alimentación y enfermedades cardiovasculares. McManus y col. mostraron que la personalidad de los médicos y el estilo de aprendizaje están asociados con el estrés, el agotamiento y las actitudes en el trabajo. Por otra parte, las médicas se enfrentan a menudo con mayores retos que sus colegas del sexo masculino con respecto al equilibrio entre el trabajo y las responsabilidades familiares, dando como resultado un aumento del conflicto entre el trabajo y la familia y el stress.

El efecto de los factores de estrés sobre la salud es agravado por la tendencia histórica de los inscriptos en la profesión médica de hacer caso omiso de los indicadores de distrés. Muchos médicos se enfrentan al dilema ético de tener que elegir entre proteger la privacidad de sus colegas o la seguridad de los pacientes. Farber y col. eligieron escenarios hipotéticos donde mostraron que la mayoría de los médicos son más propensos a informar un trastorno por abuso de sustancia de un médico que un trastorno de tipo emocional o de deterioro cognitivo.

Roberts y col. señalaron que lo que predomina entre colegas es la confidencialidad, incluso en el hipotético caso que los médicos están en riesgo de suicidio o si está comprometida la atención del paciente. Como un factor contribuyente al enfoque actual se ha propuesto a la ducación de los médicos, que premia los logros individuales, la utonomía, la independencia de criterio, la laboriosidad y el auto-sacrificio; sin querer, este enfoque podría "inculcar la noción de que los mejores médicos tienen pocas necesidades, no cometen errores y nunca se enferman ".Los médicos también podrían ser disuadidos de buscar ayuda para atender su salud física, mental o sus problemas de toxicomanía porque las juntas médicas para las licencias laborales discriminan mucho a estos médicos, incluso si han recibido un tratamiento efectivo y el diagnóstico no afecta su desempeño profesional. Algunos profesionales que otorgan los pedidos de licencia realizan investigaciones si los médicos solicitan tratamiento, lo que puede conducir a sanciones independientemente de si hay alguna evidencia de mal funcionamiento. Algunas solicitudes de licencia motivan investigaciones sobre la salud física y mental y el consumo de sustancias del solicitante. La idea de que los médicos temen dañar su carrera o poner su licencia médica en peligro si solicitan tratamiento para estos problemas cada vez recibe más atención en los informes publicadas y subraya una consecuencia importante de la relación entre el estigma y el estado de salud del médico.

La cultura de la profesión médica ha sido reconocida como un factor clave que podría disuadir a los médicos de cuidar de sí mismos. En un estudio sobre las actitudes de médicos hacia su propia salud, Thompson y col. han comprobado que los médicos generales sienten la presión de sus pacientes y colegas para aparecer físicamente bien, incluso cuando están enfermos, porque consideran que su salud se interpreta como un indicador de su competencia médica. Del mismo modo, McKevitt y col. informaron que más del 80% de los médicos generales y del nivel hospitalario ha concurrido a su trabajo mientras estaba enfermo. Los resultados de las entrevistas con los médicos mostraron que las barreras profesionales y organizativas, las cuales se refuerzan mutuamente, podrían contribuir a la renuencia a solicitar licencia por enfermedad o discutir los problemas de salud con los colegas. La respuesta de los médicos jóvenes encuestados acerca de su concurrencia al trabajo ante una enfermedads hipotética fue afirmativa en el 61%, los que habían tenido hipotéticamente vómitos durante la noche; el 83% si había tenido hematuria; el 76% si tenían sospecha de padecer una úlcera de estómago y, el 73% si tenía ansiedad grave.

Las organizaciones de asistencia sanitaria también pueden fallar en el suministro de recursos básicos para el bienestar y el autocuidado del médico, como el descanso adecuado, la recuperación y la nutrición. A pesar de estas deficiencias, algunos aspectos del bienestar médico son objeto de la atención de los sistemas de salud y de las organizaciones profesionales médicas. Muchos países, como Canadá, Australia y el Reino Unido han desarrollado programas para identificar y tratar a los médicos incapacitados o con trastornos mientras que algunas otras se ocupan de la prevención y la promoción del bienestar. Estos son inicios dignos, sin embargo, en la actualidad no existen normas para promover el bienestar del médico, hacerlas cumplir o medir el éxito de su aplicación.

La enfermedad de los médicos afecta negativamente los sistemas de atención

Cada vez hay más evidencia de la importancia que tienen las consecuencias negativas derivadas de la mala salud del médico sobre el sistema de atención de la salud, la contratación y continuidad del médico en su, su productividad y eficacia laboral, la calidad de la atención y la seguridad del paciente. La escasez de médicos de atención primaria que hay en el mundo hace que el bienestar médico tenga una importancia especial para la contratación y la permanencia de los rofesionales médicos en su cargo. La formación en la facultad de medicina es muy estresante y a menudo tiene efectos negativos sobre la salud mental de los estudiantes, lo que podría disuadir a las personas de acceder a la profesión, de completar su formación de médico, o de elegir ciertas especialidades médicas. Según los hallazgos de Cohen y Patten, el 22% de los médicos residentes contestó que no volvería a estudiar medicina si tuviera la oportunidad de volver atrás. Los médicos jóvenes tienen el doble de incidencia de “burnout” en comparación con sus colegas de mayor edad; el desgaste profesional puede comenzar tan pronto como se inicia el entrenamiento de la residencia.

El estrés laboral excesivo, el agotamiento y la insatisfacción están estrechamente relacionados con la movilidad de los puestos de trabajo y las carreras. Los médicos con un grado elevado de insatisfacción en su trabajo tienen más probabilidad de cambiar de empleo dentro de la medicina o salir por completo de su campo. En una encuesta de la Universidad de Ottawa, el 50% de los médicos pensó en dejar la medicina académica cada semana y el 30% tuvo idea de dejar incluso la medicina. Este malestar profesional impide la contratación de los mejores y más brillantes individuos en medicina y, en ciertas especialidades médicas. Por otra parte, a medida de que la carga laboral y el estrés aumentan se espera que el volumen de movilidad de los puestos aumente contribuyendo al aumento de los costos asociados a la contratación y la permanencia de los médicos.

En EE.UU., el costo de la sustitución de un médico se estima en 150.000-300.000 dólares, dependiendo del tiempo necesario para la búsqueda, la selección y la entrevista de los candidatos y los ingresos perdidos por el centro de salud mientras esto sucede. Esta estimación no incluye los gastos adicionales de la firma de bonos, gastos de viáticos o costos de promoción. En el plano de las organizaciones, el agotamiento del médico se asocia con una reducción de la productividad y la eficacia laboral. Tal efecto está relacionado con un aumento del ausentismo, desplazamientos en los puestos de trabajo, interés por la jubilación anticipada y la probabilidad de indicar pruebas o procedimientos innecesarias como así la reducción de los ingresos de la práctica y el tiempo dedicado a los pacientes. Los médicos con problemas de salud mental son costosos para las organizaciones debido a las ausencias por enfermedad, las suspensiones, y el retiro anticipado. Quizás aún más preocupante es el efecto directo del bienestar médico sobre la calidad de la atención y la seguridad del paciente. Firth-Cozens y Greenhalgh analizaron las percepciones que tenían los médicos sobre la relación entre el estrés laboral y la atención del paciente. El 57% de los participantes cree que el cansancio, el agotamiento o la privación del sueño afectan negativamente la atención del paciente, y otro 28% cree que las presiones del exceso de trabajo tienen un efecto negativo. El estrés laboral ocasionó redujo a la mitad en el seguimiento de las normas para el manejo del paciente (por ejemplo, saltear pasos sin seguir los indicados para los procedimientos), el 40% informó irritabilidad o enojo, el 7% relató errores graves que no llevaron a la muerte del paciente, y el 2,4% informó incidentes en el que el paciente falleció. El cansancio y el exceso de trabajo fueron los que más a menudo fueron considerados responsables de estos resultados, especialmente los más graves. Di Matteo y col. llevaron a cabo un estudio de 196 médicos que duró 2 años, para evaluar cuál era el efecto en la práctica de las aracterísticas y los estilos de la práctica y la satisfacción en el trabajo, en más de 20.000 pacientes con diabetes, hipertensión y enfermedades cardíacas. La satisfacción del médico en el trabajo general tenía un efecto positivo en los pacientes, su cumplimiento del tratamiento y las acciones relacionadas con el manejo de sus enfermedades crónicas. La revisión narrativa de Williams y Skinner sobre la insatisfacción de los médicos avala estos resultados: los médicos insatisfechos tienden a tener perfiles de prescripción más riesgosos, sus pacientes son menos cumplidores y están menos satisfechos, todo lo cual podría indicar una disminución en la calidad de la atención del paciente.

Los resultados de varios estudios en residentes muestran claramente la relación entre la angustia del médico, en términos de agotamiento y depresión, y el efecto sobre la atención del paciente, traducidos especialmente en errores médicos. Shanafelt y col. informaron que más del 75% de los participantes del estudio cumplían con los criterios de agotamiento, teniendo de 2 a 3 veces mayor probabilidad de haber informado que su atención de los pacientes era subóptima, al menos ensual o semanalmente. Las prácticas subóptimas incluyen: imposibilidad de debatir plenamente las opciones de tratamiento con el paciente o de responder a a sus preguntas, errores de tratamiento o de medicación que no se debían a la falta de conocimiento o a la inexperiencia y la menor atención o cuidado de sus pacientes. Del mismo modo, Fahrenkopf y col. registraron que el 20% de los residentes estudiados estaban deprimidos y el 75% estaba agotado (“burnout”); entre estos últimos y los deprimidos había un riesgo significativamente mayor de cometer errores de medicación. En un estudio longitudinal prospectivo, West y col. identificaron que los errores propios percibidos por los residentes fueron significativamente negativos y se asociaron con la calidad de vida en general, el agotamiento, y la probabilidad de detección positiva de la depresión.

Factores como el exceso de trabajo, el sueño insuficiente y el agotamiento, mezclados con sentimientos de culpa, a menudo dan como resultado una mala atención que podría contribuir a un ciclo de estrés y disminución de la calidad en la atención del paciente. La privación de sueño puede ser más discapacitante que un elevado nivel de alcohol en la sangre, mientras que la fatiga de la guardia está relacionada con un aumento de las tasas de error en el dominio de las habilidades cognitivas de los cirujanos. Los hallazgos de Halbesleben y Rathert mostraron que la dimensión de la despersonalización por el agotamiento del médico se asoció con una disminución de la satisfacción del paciente y la prolongación del tiempo de recuperación después del alta. Por otra parte, los resultados de algunas investigaciones indican que los estudiantes de medicina y los médicos que tienen un perfil de mala salud tienen menos probabilidad de ser elegidos por los pacientes, especialmente en cuanto al asesoramiento para llevar un estilo de vida saludable. A su vez, el bienestar y la satisfacción del médico contribuyen de manera importante a la adhesión de los pacientes al tratamiento y su satisfacción.

El bienestar del médico como indicador de calidad del sistema de salud

En vista del efecto negativo de la disminución del bienestar del médico sobre los sistemas de salud, la medición de ese bienestar por parte del prestador como indicador de la calidad del sistema de salud podría ser muy beneficiosa. Sin embargo, para mejorar la calidad y el rendimiento del sistema de salud, los indicadores de calidad deben ser a la vez mensurables y practicables. Se necesitan métodos válidos y confiables para medir el bienestar del proveedor como un indicador de la calidad del sistema de salud, y, la evidencia sobre la mejor manera de intervenir si se comprueba que hay un rendimiento subóptimo del sistema.

Afortunadamente, el bienestar médico es mensurable. A pesar de los desafíos metodológicos, los instrumentos existentes pueden evaluar el bienestar médico a nivel del sistema. Por ejemplo, Arnetz utilizó un cuestionario estandarizado sobre la calidad la competencia laboral para evaluar los diez componentes principales de la organización y el bienestar personal, incluidos la energía mental, el clima de trabajo, el ritmo de trabajo, el agotamiento relacionado con el trabajo, el desarrollo de competencias, la eficacia en la organización y el liderazgo. A partir de estos componentes, se calcula una calificación ponderada global que representa una medida compuesta de la salud general de la organización. Arnetz sugiere que se pueden utilizar los indicadores subjetivos de los empleados para evaluar y mejorar el rendimiento y el bienestar de la organización. Ese autor argumenta que el mejoramiento del bienestar médico puede mejorar el bienestar y la salud de la organización, y que el bienestar del médico debe tener la misma prioridad que la atención del paciente y la viabilidad financiera.

Es decir, el bienestar médico es un indicador válido de la salud de la organización. Las mediciones del bienestar médico también parecen ser procesables: en situaciones de un bienestar subóptimo del médico se han aplicado intervenciones efectivas. En un estudio realizado por Dunn y col., se presentaron 3 intervenciones a un grupo de atención primaria que consta de seis páginas y 32 médicos. Las intervenciones fueron diseñadas para mejorar el control de los médicos sobre su ambiente de trabajo, mejorar la eficiencia en la organización de su consultorio y la calidad del personal, y contribuir al sentimiento de satisfacción y el significado que surge de la atención del paciente. Tanto desde el punto de vista clínico como estadístico, los resultados mostraron una disminución significativa del agotamiento durante el estudio —indicadores clave del “burnout”—notándose también otras mejoras en el bienestar médico.

En un estudio de médicos estresados destinado a evaluar el efecto del asesoramiento sobre el gotamiento, RO y col. mostraron reducciones clínica y estadísticamente significativas del agotamiento emocional y el pedido de licencia por enfermedad luego de 1 año de seguimiento, en los 185 médicos de que completaron el estudio. Si bien las intervenciones podrían mejorar el bienestar, pocas son las investigaciones que han examinado directamente el efecto de tales intervenciones en la atención del paciente o el rendimiento del sistema de salud. Aunque mucho se sabe sobre el distrés del médico y su efecto negativo sobre la atención del paciente, poco se sabe acerca de si las intervenciones dirigidas al bienestar médico también mejoran la atención del paciente.Sin embargo, Jones y col. nsugieren que las intervenciones para el manejo del estrés pueden ser beneficiososas tanto para los médicos como para sus pacientes. Ellos encontraron una estrecha relación entre un lugar de trabajo estresante y el riesgo de mala praxis en los consultorios y hospitales. Por otra parte, se registró una reducción significativa de los errores de medicación y las denuncias por mala práctica en 22 hospitales. Por el contrario, las tasas de los 22 hospitales en del grupo control (comparables kpor el número de camas, frecuencia de las denuncias y la zona rural o urbana) se mantuvo sin cambios. Sin embargo, se necesita más investigación para explorar cómo se deben diseñar las intervenciones para que puedan mejorar el bienestar médico y al mismo tiempo beneficiar a los pacientes y las organizaciones que dan apoyo a esas intervenciones. Se requieren estudios sobre las intervenciones para el bienestar individual y rganizativo que también evalúen el efecto de tales intervenciones sobre la atención del paciente, la eficacia y la productividad, lo cual será un apoyo importante tanto para la promoción de programas para el bienestar del médico y de la inclusión del bienestar médico como un indicador de calidad prestacional.

Conclusión

El primer paso para incorporar el bienestar del médico como un indicador de calidad es promover un diálogo entre los actores clave (médicos, tomadores de decisiones en el sistema de salud, financiadores, público general) acerca de los componentes necesarios en dicho sistema indicador de calidad para medir mejor el bienestar del médico y de la organización y, las intervenciones necesarias para mejorar ambos.

La evaluación del bienestar médico como indicador de la calidad de una organización de atención de la salud es solo el primer paso. Es necesario prestar más atención a la importancia que tiene el bienestar médico, individual y organizativo, tanto para él como para sus pacientes y empleadores. Por último, cada médico se beneficiará de tomar más en serio su cuidado personal. Estos esfuerzos redundarán en beneficio de su bienestar general y reducirá la posibilidad de que los médicos experimenten un sentimiento exagerado de estrés y agotamiento. Los médicos empleados en organizaciones se beneficiarán siendo más productivos y eficaces en sus prestaciones reduciendo el ausentismo, la movilidad de los puestos de trabajo y los problemas de contratación y permanencia en el trabajo. Y tal vez, los propios pacientes se beneficien al recibir una mejor calidad de la atención.

♦ Traducción y resumen objetivo: Dra. Marta Papponetti. Esp. Medicina Interna

El arte de la medicina y el sufrimiento de los médicos

El arte de la medicina y el sufrimiento de los médicos
Las escuelas de medicina enseñan la ciencia, pero ignoran el arte de la medicina, la tecnología superó a la comprensión moral y los hospitales se transformaron en laberintos fríos e impersonales

Dres. Cole TR, Carlin N.
The Lancet 2009;374:1414-1415.


Durante los últimos 40 años, nos familiarizamos demasiado con la deshumanización de la medicina moderna: nuevas tecnologías alteraron la relación médico-paciente, los especialistas conocen cada vez más de cada vez menos y los médicos tratan enfermedades y no pacientes. A esto hay que agregar que las escuelas de medicina enseñan la ciencia, pero ignoran el arte de la medicina, la tecnología superó a la comprensión moral y los hospitales se transformaron en laberintos fríos e impersonales.

Como atenuante de esta deshumanización resurgió la bioética y las humanidades en medicina. El propósito es que el paciente sea tratado como una persona respetable, se la escuche, se la comprenda y se la ayude en la toma de decisiones.

Las evidencias también señalan que los médicos también sufren la deshumanización de la medicina moderna. Existen varios signos que muestran que ser médico hoy no es bueno para la salud por la creciente ansiedad y la depresión. La tasa de suicidios es mayor entre los médicos que en la población general. En Estados Unidos, alrededor del 15% de los médicos van a estar dañados o perjudicados en algún momento de sus carreras, lo que indica que no podrán cumplir con sus actividades profesionales por enfermedad mental, adicciones o alcoholismo. El llamado “burnout” o agotamiento psicofísico tiene tasas de alarmante crecimiento entre los estudiantes, residentes y médicos. El burnout es un problema generalizado en la mayoría de los países incluyendo Argentina.

El burnout se identifica mediante 3 síntomas principales: agotamiento emocional, despersonalización y sensación decreciente de auto eficacia. Una comprensión más profunda del burnout de los médicos es analizando el entorno en que se desempeñan: ambientes tecnocéntricos, deshumanizados con objetivos donde predomina la rentabilidad y con un sistema de salud injusto y burocrático. Estas condiciones se acentúan más en los países subdesarrollados por la falta de recursos materiales y humanos y deficientes sistemas de salud.

Existe una excelente definición dada por Christina Maslach and Michael Leiter: “El burnout es un índice de la disociación entre lo que una persona es y lo que debería ser. Representa una erosión en los valores, la dignidad, el espíritu y los deseos, un deterioro del alma humana”.

Una forma de indagar sobre el burnout de los médicos es la noción de Theodor Adorno de “violencia ética”. En su tratado Problems of Moral Philosophy, Adorno llamó la atención sobre un aspecto cruel de la moral colectiva forzada. Cuando una norma ética se torna imposible de aplicar dentro de una condición social existente, el resultado es la violencia ética. Las instituciones que ignoran las condiciones sociales existentes y presionan rígidamente reglas de mercado, ejercen violencia sobre aquellos de quienes se espera que hagan lo imposible.

La medicina está llena de muchas personas con buenas intenciones, con integridad moral y que pretenden ofrecer atención espiritual y física adecuada. Mantienen adecuados niveles de práctica médica, actualizan permanentemente sus conocimientos y hasta realizan investigación. Sin embargo, las condiciones actuales limitan la capacidad de los médicos de alcanzar y desarrollar estos objetivos. En algunos profesionales esto lleva a un grado de cinismo, decepción, pérdida de la autoestima y seguridad en sí mismos, enfermedades y abandono de los ideales.

Las instituciones en general no toman en cuenta el abismo formado entre los ideales del profesional y las condiciones limitantes de su trabajo.

¿Como en este contexto podemos humanizar la práctica médica? Una respuesta apunta a la necesidad de cambios estructurales y culturales en grandes instituciones donde los médicos trabajan.

La otra respuesta incluye actividades que estimulen el auto cuidado, la reflexión y el desarrollo. Las instituciones académicas y de prestaciones de servicios deben generar oportunidades que respalden y guíen al médico en la búsqueda bienestar y satisfacción.

Existen áreas de trabajo particularmente insalubres para el médico como las unidades de cuidados intensivos y las instituciones de pacientes terminales. Nuestro trabajo en estos ambientes mostró que las experiencias y relatos personales de los profesionales de estas áreas revela algunos temas importantes que merecen una seria atención: pérdidas sin duelo, expectativas irreales, incertidumbre a relacionarse con el paciente, preguntas no efectuadas y un sufrimiento y muerte inexplicado. Las pérdidas sin duelo ocurren al cuidar pacientes muy graves que están muriendo. No es ningún secreto que los médicos tratan de suprimir sus sentimientos para mantener su compostura y la capacidad de atender al siguiente enfermo.

Pero la acumulación de no hablar con nadie ni permitirse a uno mismo sentir el impacto de estas experiencias, a menudo resulta en una acumulación de emociones no resueltas y de tristeza por duelo no elaborado.

En su libro Just Here Trying to Save a Few Lives la médica de urgencias Pamela Grim destaca que cuando se le informa a una familia de la muerte de su ser amado: “Este es el momento en que la gente odia al médico. Uno ha fracasado, ha dejado caer los brazos, puede ser demandado, da imagen de incapaz, y una parte de uno cree todo esto, porque no importa cuanto haya hecho por salvar al paciente, se espera que pueda realizar milagros”.

No hay soluciones fáciles para el sufrimiento de los médicos ni para el de los pacientes, pero sugerimos que la atención, la compasión y la conversación son importantes en ambos contextos. Para evitar el burnout en los médicos vulnerables se requiere respeto por los relatos de los médicos lo que a su vez requiere que los propios médicos se puedan expresar y relatar sus angustias y problemas.

¿Pero quienes serán los confidentes de los médicos? Además de recurrir a métodos de terapia, los médicos deben buscar y las instituciones proveer senderos de diálogo que permitan renovación, auto cuidado, apoyo mutuo y reflexión.

Las asociaciones profesionales y las instituciones deben crear mejores condiciones de trabajo y aportar programas que promuevan la reducción del estrés, mejor calidad de vida, reflexión personal y auto protección. Esto último no se debe considerar como una opción sino como una obligación.

Estamos empezando a darnos cuenta que la humanización de la medicina depende en parte de la recuperación del humanismo de los médicos.

♦ Comentario y resumen objetivo: Dr. Ricardo Ferreira.

El problema ético del médico

El problema ético del médico

Dr. Luis Allegro



Al médico -cuando está frente al paciente, en la intimidad de su consultorio y en la intimidad de sí mismo- se le plantean dos preguntas básicas:

1) Qué puedo hacer por este paciente

2) Qué debo hacer por esta persona.

Si se observan con detenimiento estas preguntas, cada una tiene una categoría diferente: en la primera el ser humano es visto como un paciente y en la segunda, como una persona. Entre ellas hay una diferencia sideral, pero las dos son importantes.

Cuando el médico se pregunta internamente "qué puedo hacer por este paciente", el meridiano pasa por la ciencia. Se está refiriendo a su bagaje de conocimientos científicos, su experiencia médica y toda su capacitación profesional. Esto incluye todo lo que estudió y aprendió en la universidad, en el contacto con sus maestros, con sus colegas, con sus pacientes, con los libros, con las revistas médicas, con los congresos, con los cursos de post grado, con las reuniones científicas, etc. etc. En ese momento, frente a su paciente, recurre a todas sus condiciones personales e intelectuales y las pone al servicio de su "poder hacer" en la que está incluida su potencialidad médica.

Cuando el médico se pregunta "qué debo hacer por esta persona", entonces el problema pasa por el meridiano de la ética y se está refiriendo al conjunto de normas, principios y valores con los cuales el médico maneja, conduce y regula su comportamiento profesional. Esta conducta médica adquiere siempre la forma primordial que la da arquitectura como persona humana, y es este enfoque el que le permite encontrar en este paciente que tiene delante, a la persona que está incluida en el mismo cuerpo, de tal modo que “paciente y persona” constituyen una unidad indisoluble.

La condición de persona.

Desde el año 1970 en adelante, se viene conociendo el "fenómeno bioético", cosa que está logrando un desarrollo considerable en los últimos años. Este fenómeno surge de comprender que el ser humano no es un objeto, ni es una máquina que se descompone en partes o aparatos (digestivo, respiratorio, etc.). El ser humano es una persona que tiene conciencia de sí mismo, o sea que tiene conocimiento de sí mismo y de su propia existencia y que tiene autonomía, que es capacidad de autodeterminación. La noción de persona tiene un lugar privilegiado en este modelo. Esto plantea la obligación de distinguir y diferenciar lo que es la vida biológica, de lo que significa la vida personal.

Veamos, que debe hacer el médico en cuanto a la ética. En este sentido el panorama es muy amplio porque hoy, es importante que el médico tenga una buena formación ética. Por lo menos debe contar con las nociones básicas de lo que puede llamarse una “operación ética mínima”.

Operación ética mínima.

El médico debe tener presente frente al paciente una operación ética mínima que contemple los siguientes tres pasos: 1) la comunicación de la verdad, 2) el consentimiento informado, y 3) la “segunda opinión”. Estos tres puntos son conceptuales, es decir que el profesional debe tener el concepto bien claro de qué es lo que significa cada uno de ellos, para cumplirlos en el momento más adecuado de las primeras entrevistas. Es muy importante no dilatar el momento de efectuarlas.

La comunicación de la verdad: la verdad debe regir permanentemente la comunicación en la elación médico-paciente. La verdad es importante porque permite establecer un vínculo de sinceridad en dicha relación. Es necesaria porque le da base firme a lo que el paciente debe conocer de su padecimiento para que pueda poner todo su interés al servicio de la curación. Es terapéutica, porque el paciente que conoce bien la realidad sobre su enfermedad puede administrar mejor sus energías dándoles un sentido positivo y así optimizar la evolución hacia la curación. Pero es necesario saber que la verdad debe ser comunicada en forma gradual, paso a paso, respetando la receptividad del paciente, de modo que -según la magnitud del caso- pueda tolerarla tanto mental, como emocionalmente.

El consentimiento informado: se refiere a que el médico debe dar una información clara y sencilla -en un lenguaje común que sea accesible al paciente- de todo lo concerniente tanto a la enfermedad como al tratamiento. Antes de concretar alguna medida terapéutica o diagnóstica, debe ser consultada al paciente y éste debe dar su consentimiento. La consulta debe ser al interesado en primer lugar, y luego a los familiares del mismo, o en su defecto, a aquellas personas que están directamente vinculadas al paciente. Esta condición de contar con dicho consentimiento plantea que la relación médico-paciente sea de carácter horizontal, de igual a igual entre dos personas están igualmente interesadas en esa situación médica. Esto plantea una diferencia total con la relación que antes se establecía entre el médico y el paciente, que era una relación vertical y paternalista, en la cual el médico tomaba la decisión y asumía toda responsabilidad.

La segunda opinión: este es un concepto que ha surgido en los últimos años. Se refiere a que cuando el paciente tiene una duda respecto de su diagnóstico y/o de su tratamiento, tiene el derecho de consultar a otro médico o a todos los que necesite hasta resolver sus dudas. Es bueno asegurarle al paciente todas las condiciones para que tome sus decisiones y realice su tratamiento en las mejores condiciones posibles. En este sentido es importante darle la seguridad de que él debe adoptar una posición activa en las decisiones de la conducción de su tratamiento.


Dr. Luis Allegro
Presidente de la Sociedad de Ética en Medicina (Asociación Médica Argentina)
Full Member of the Internacional Psychoanalytic Association
Ex Profesor de Psicopatología y Psiquiatría de la Universidad de Rosario

Treinta años de mala praxis médica

Treinta años de mala praxis médica
El Dr. Oscar Garay reflexiona acerca de los antecedentes y el estado actual de una candente cuestión que nos invlucra a todos.

Dr. Oscar Garay. Abogado. Especialista en Derecho Médico y Bioética
Ediciones Errepar, Buenos Aires, mayo 2009


Introducción

Los juicios originados en la presunta mala praxis médica tuvieron un escaso desarrollo cuantitativo en la mayor parte del siglo XX; una mínima cantidad de juicios se registraron en la primera mitad de ese siglo; hubo sí, un incremento progresivo desde la década de 1950 y se verificó un fuerte aumento en la cantidad de médicos y establecimientos sanitarios demandados -con origen en la praxis médica- desde mediados de la década de 1970 de la centuria pasada. Pero fue en la década de 1980 que se dio un fenómeno expansivo de los juicios por mala praxis médica, que se consolidó en los años ’90 y en este primer decenio del siglo XXI. Tres décadas que los médicos son objeto de juicios por daños y perjuicios con base en la praxis médica.

A continuación hacemos un repaso de nociones fuertes relacionadas con el tema central de esta nota y finalmente, recogiendo la enseñanza que nos dejan estos treinta años de litigiosidad, sugerimos unas bases que coadyuven al galeno a salir del flagelo de la mala praxis.

Mala Praxis

Se ha señalado que “existirá mala praxis en el área de la salud, cuando se provoque un daño en el cuerpo o en la salud de la persona humana, sea este daño parcial o total, limitado en el tiempo o permanente, como consecuencias de un accionar profesional realizado con imprudencia o negligencia, impericia en su profesión o arte de curar o por inobservancia de los reglamentos o deberes a su cargo con apartamiento de la normativa legal aplicable (Iraola-Gutiérrez Zaldívar).

Responsabilidad

La Responsabilidad Profesional es aquélla en la que incurre todo individuo que ejerce una profesión, al faltar a los deberes especiales que esta le impone; o sea, que se trata de una infracción típica, concerniente a ciertos deberes propios de esa determinada actividad (Trigo Represas).

La responsabilidad es la obligación del médico, primariamente profesional (moral y legal), de responder por los actos que lleva a cabo en el ejercicio de su accionar médico. El médico responsable lo es en la medida que asume plenamente el cuidado de su paciente, quien ha requerido sus servicios profesionales en un acto de confianza hacia aquél.

El galeno desarrolla su actividad a través de los actos médicos que lo vinculan con el paciente. Cada acto médico conlleva la carga intrínseca de ejecutarlo como lo prescribe la ética médica, la bioética, la lex artis (deber científico), y, también, como lo establece la ley que regula el ejercicio de la medicina, y demás normas reglamentarias, (deber jurídico). Al infringir esas normas, el facultativo queda sujeto a la sanción que prevé el derecho común, o la norma especial. En definitiva, el profesional de la medicina debe responder por su actividad médica, si la misma no se ajustó al “deber de conducta” que le imponen las normas que regulan su profesión.

Ante la violación de naturaleza jurídica, en el campo del derecho civil, al infractor se le aplica una sanción resarcitoria; la cual supone un principio de equivalencia entre el daño conferido y la indemnización con la cual se lo repara.

El deber de reparar tiene base constitucional: el principio alterum non laedere o prohibición de dañar (artículo 19 CN). Agudamente se ha decidido que el artículo 19 de la Constitución Nacional, en cuanto preserva las acciones privadas que no ofenden al orden y a la moral pública ni perjudican a un tercero, permite afirmar, a contrario sensu, que allí se ha consagrado el alterum non laedere y la obligación de reparar que surge en cabeza de las personas privadas y de las publicas, incluido el Estado -en nuestro caso, los profesionales y establecimientos de la salud- (López Mesa - Trigo Represas).

La apreciación judicial de la culpa médica

La responsabilidad médica en materia de juzgamiento -desde principios de los ‘80 en adelante- transito por los senderos del excesivo rigor o el de una gran laxitud. Así, en un principio, solo se admitía la responsabilidad médica en casos de faltas graves, de evidentes y groseras faltas al arte de curar; más acá en el tiempo, numerosos fallos han decidido que la más leve culpa da lugar a la responsabilidad médica; pero, otros fallos, con mayor prudencia, han resuelto que el sentenciante no debe ser tan riguroso y exigente como para considerar que cualquier falla puede comprometer la responsabilidad del médico, ni tampoco debe aplicarse un criterio excesivamente restringido para juzgar su responsabilidad (Borda).

La jurisprudencia ha evolucionado hasta llegar a un justo término medio. No ha podido prescindirse, en efecto, de que la apreciación de la responsabilidad medica debe efectuarse con suma prudencia y ponderación, teniendose en cuenta la indole de la profesión, su carácter algo conjetural y los riesgos que su ejercicio supone en el estado actual de dicha ciencia; ya que se trata de una rama del saber en la que predomina la materia opinable y en donde resulta dificultoso fijar limites exactos entre lo correcto y lo que no lo es, y que en el campo de tal actividad debe regir el principio de discrecionalidad, que se manifiesta en la libre elección que debe reconocerse al médico para la adaptación de los metodos terapéuticos conocidos, a las particulares caracteristicas y especificas reacciones de los pacientes sometidos a su tratamiento (Trigo Represas).

Las causas del aumento de los juicios por mala praxis médica

Entre las causas que incidieron en el aumento cuantitativo de los juicios por la mala praxis médica, se pueden mencionar las siguientes: el fabuloso desarrollo de la ciencia y de la técnica médica, el empleo de nuevos fármacos, antibióticos, etcétera, la utilización de nuevos métodos de anestesiología, el aumento del nivel de vida y el progreso, que, por un lado, genera riesgos que enfrentan al hombre día a día con un destino incierto, con una realidad inesperada y fatal, y que, por otro lado, ha impuesto un refinamiento -por así decirlo- en las prácticas médicas y en los controles sanitarios de la población (Bustamante Alsina); la desaparición del antiguo médico de cabecera, la masificación de la medicina (Bueres); la diferencia de pasar a ejercer la praxis médica en una “sociedad de personas” a una “sociedad masificada” (Lorenzetti); todo lo cual se ve reflejado en los cambios sucedidos a lo largo del siglo XX en la sociedad, la medicina y el derecho.

Hay otras causas que la doctrina cita para argumentar respecto al incremento de las demandas judiciales por la mala praxis médica: inadecuada relación médico-paciente; profusión de la aparatología médica; falta de información oportuna y suficiente al paciente y/o a sus familiares; falencias en la formación y en el entrenamiento profesional; exceso de tareas del personal médico; carencias de algunos servicios asistenciales; insuficiente número de personal auxiliar; mayor tendencia a cuestionar los servicios profesionales; desconocimiento, por parte del médico, de sus obligaciones y derechos; exacerbación de los juicios de responsabilidad; pacientes y abogados inescrupulosos, etcétera.

En nuestro parecer, esas causas son accesorias. Existe una causa principal que dio lugar al fenómeno judicial llamado mala praxis médica, la cual radica en el surgimiento de una nueva concepción de la persona humana: la que considera al ser humano como dotado de dignidad y libertad, estatus que lo sitúa en el centro de la relación médico-paciente. Antes, el médico -es de lejanas épocas históricas- se situaba en el centro de la relación, decidía en pro del bien del paciente, pero no consultaba su voluntad; decidía por sí y por el paciente, lo más conveniente para este. El galeno no reconocía la autonomía del paciente. Desde el centro de la relación, en paridad con el galeno (este posee el saber médico, el paciente el señorío de ser autónomo) -en una relación que debe ser democrática- la persona humana, a partir de su ser dignidad, de su ser libertad, reclama la reparación correspondiente cuando considera que ha sufrido un daño injusto.

Guías para encuadrar la praxis médica en el marco de los valores principios y fundamentos de la ética

Exponemos a continuación una serie de guías que fijan el marco de conducta ético-profesional dentro del cual debería desplegar su praxis profesional el galeno; las que concuerdan con los valores que emanan del estado de derecho, con la filosofía de una sociedad democrática y con la ideología insita en la doctrina y normativa de los DDHH (de respecto a los derechos fundamentales de la persona humana).

a) Valores que deben guiar la conducta profesional médica. 1. El profesional de la salud debe resguardar permanentemente los derechos humanos de todas las personas: a) Todos los seres humanos gozan del valor o atributo esencial que es la dignidad humana. b) La libertad es un principio y derecho fundamental para la plena realización de la persona. 2. Son derechos fundamentales que se derivan de los valores libertad y dignidad, el acceso igualitario de todo ser humano a la alimentación, a la salud, a la educación y al trabajo. 3. La protección de la vida y la salud de todo hombre y mujer, son derechos básicos, en todas las etapas de sus vidas. 4. Se debe condenar expresamente la pena de muerte, la tortura y los tratos inhumanos o degradantes, y todo tipo y forma de discriminación. 5. La ciencia y la técnica, deben avanzar, sólo hasta los límites impuestos por la moral.

b) Obligaciones. 1. El miembro del equipo de salud debe respetar un “paquete” de obligaciones en el ejercicio de su praxis profesional; ellas se clasifican en: deberes éticos, obligaciones jurídicas y obligaciones científicas (la Lex Artis). 2. El galeno debe rearmarse éticamente con el fin de nunca hacer daño al paciente; buscar siempre su bien, respetando su esencial dignidad y su señorial autonomía. 3. La responsabilidad profesional obliga a poner esmero, atención y cuidado en la ejecución de la actividad médica. 4. La responsabilidad (bio) ética conlleva el deber de obrar en conciencia, conforme a los fundamentos, principios y reglas de la ética universal. 5. La responsabilidad jurídica obliga a realizar los actos de profesión con pericia, diligencia y prudencia. 6. Los actos médicos deben ser conforme a los procedimientos o métodos aprobados por la ciencia médica.

c) Contrato. 1. Como principio, el médico se vincula con el paciente mediante un contrato de prestación de servicios médicos. 2. Contrato mediante el cual, el facultativo se compromete a brindar un servicio esencial para el ser humano y la humanidad toda: prevenir, curar, ayudar, cuidar, aliviar, acompañar, etc., a la persona enferma.

d) Obligaciones de medios. 1. En derecho se clasifica a las obligaciones de los profesionales de la salud en obligaciones de medios (se deben adoptar los medios idóneos para lograr la cura del paciente) y obligaciones de resultados (se promete un resultado determinado: la cura del enfermo). 2. Sostenemos que el médico asume obligaciones de medios: obligaciones de conducta éticas, jurídicas y científicas adecuadas» y no obligaciones de resultado.

e) Los derechos de los pacientes. Los profesionales del equipo de salud y los establecimientos y organizaciones de los subsectores: público, de la seguridad social y privado de la salud, deben respetar y hacer respetar los derechos de los pacientes. Conforma una buena catalogación de los derechos de los pacientes, la contenida en la “Declaración de Lisboa” (AMM, 1981-1995- 2005).

f) Autonomía. Consentimiento informado. 1. El profesional de la salud debe respetar la autonomía de la persona en lo que se refiere a la facultad de adoptar decisiones (asumiendo la responsabilidad de éstas y respetando la autonomía de los demás). 2. Toda intervención médica preventiva, diagnóstica y terapéutica sólo podrá llevarse a cabo previo consentimiento libre e informado de la persona interesada.

g) Responsabilidad profesional. Principios jurídicos. La doctrina y la jurisprudencia dictada en los juicios por mala praxis médica, sentaron las siguientes reglas:

1) La medicina no es una ciencia exacta.

2) La ciencia médica tiene sus limitaciones.

3) En los tratamientos clínicos o quirúrgicos de las enfermedades existe siempre un alea (un riesgo).

4) El facultativo tiene discrecionalidad para optar entre los tratamientos médicos aprobados por la ciencia médica.

5) El galeno no puede prometer el resultado de su intervención profesional: salvar la vida del paciente o curarlo de su enfermedad.

6) El médico debe conocer la composición química de los medicamentos que prescribe; la prescripción de los medicamentos debe ser racional.

7) El correcto ejercicio de la medicina es incompatible con actitudes superficiales.

8) La responsabilidad profesional médica se juzga conforme a lo normado en los artículos 512, 902 y 909 del Código Civil.

9) El damnificado (el paciente) debe probar la culpa médica. El profesional de la medicina debe colaborar para que se arribe en el proceso judicial a la verdad material.

h) Instituciones sanitarias del sub-sector privado - Medicina Prepaga.

1. Tienen derecho a la actividad comercial lícita, a la ganancia económica y a la seguridad jurídica.

2. Por ser el servicio de salud, un bien esencial a la humanidad, deben regir su actividad empresarial por valores y principios éticos, y asumir un firme compromiso de responsabilidad social y solidaria.

3. Los establecimientos sanitarios deben adecuar, progresivamente, sus estructuras físicas, sus sistemas organizacionales y los recursos humanos, a estrictos niveles de calidad, en resguardo de la seguridad de los pacientes y de los trabajadores del equipo de salud.


Tratado de responsabilidad civil en las especialidades médicas
Dr. Oscar Garay, Editorial Errepar, Buenos Aires, mayo 2009
Este libro, el más completo publicado hasta el momento, resume tres décadas de desarrollo doctrinario y judicial sobre juicios originados en la praxis médica. El autor, Oscar Garay -especialista en derecho médico y bioética- aborda, con un enfoque novedoso, la temática de la responsabilidad profesional médica desde el humanismo y el derecho, basado en el respeto a los valores salud, dignidad y libertad del paciente, así como en los derechos y la seguridad del profesional de la salud. La obra, de tres tomos (casi 2000 páginas), desarrolla temas esenciales: historia clínica, consentimiento informado, secreto médico, abandono de persona, responsabilidad civil médica, entre otros. Además, estudia las especialidades más afectadas. www.errepar.com

Los enfermos son pacientes, no clientes

Los enfermos son pacientes, no clientes

Agudas reflexiones de un pensador incisivo. La reforma del presidente Obama y el sistema de salud canadiense.

La Nación


MONTREAL.- La principal noticia del día en Estados Unidos es la agitada campaña sobre la reforma del régimen de asistencia médica. Esta campaña se ha tornado tan violenta y ponzoñosa, que amenaza con dividir al país de manera más profunda que las guerras del ex presidente Bush.

Muchos creen que Obama malgasta en esta campaña su capital político, al aumentar la hostilidad de los republicanos, no lograr persuadir a los escépticos y decepcionar a sus propios partidarios. Echémosle un breve vistazo filosófico.

La salud puede considerarse como un derecho en pie de igualdad con los derechos a la seguridad, la jubilación, la educación y el voto, o como un privilegio, a semejanza de la propiedad privada y la vacación paga. Si la salud es vista como un derecho humano, su cuidado será una carga pública y, por lo tanto, un deber del Estado. En cambio, si la salud es vista como una prerrogativa, el ejercicio de la medicina pertenecerá al sector privado.

En otras palabras, el enfermo puede ser considerado como paciente o como cliente. En el primer caso será atendido como cualquier hijo de vecino; en el segundo, será atendido solamente en la medida en que pueda pagar.

El ingreso de un enfermo en un centro médico privado se parece al ingreso de los antiguos egipcios a la inmortalidad: estaba reservado a quienes podían pagar al embalsamador. Mientras los ricos compraban una segunda vida, los pobres morían definitivamente. En tiempos modernos pasa algo parecido, en menor escala: las estadísticas muestran que los ricos viven varios años más que los pobres. Por ejemplo, el europeo occidental puede esperar vivir el doble que el habitante de Afganistán, Mozambique o Sierra Leona.

La disyuntiva público-privado en el terreno de la salud es tanto moral como política, de modo que pertenece a la filosofía política. Los liberales tradicionales coinciden con los socialistas en que el Estado es responsable, al menos en parte, de la salud de los ciudadanos. En cambio, los neoliberales (o neoconservadores) sostienen que la asistencia médica es una actividad privada y de organizaciones caritativas.

El nuevo gobierno de los EE.UU. ha propuesto reformar la asistencia médica norteamericana, en vista de que es la más costosa del mundo, no es accesible a todos, y se estima que en calidad ocupa el puesto 37 en el mundo. Los norteamericanos gastan en salud el 15% del PIB, en tanto que los canadienses y uruguayos gastan el 10%, los argentinos el 9%, los cubanos el 7% y los mexicanos el 6%. (Estos datos fueron tomados del informe de 2006 del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo).

La reforma propuesta por el presidente Obama no es precisamente revolucionaria, ya que no estatiza la atención médica ni el seguro de salud. En este sentido, es mucho menos generosa y radical que el proyecto de seguro nacional de salud que, en 1936, presentara al Congreso argentino el diputado nacional Augusto Bunge, mi padre. El consideraba que la salud es un derecho, y que la mejor manera de administrar la asistencia médica pública es mediante la mutualidad o el seguro, ya que estos distribuyen las cargas en forma equitativa: hoy por ti, mañana por mí.

Tampoco es novedosa la iniciativa del presidente Obama, ya que se parece a las propuestas anteriores del senador Ted Kennedy y de Hillary Clinton (cuando intentaba mejorar su propio país, en lugar de dar consejos no solicitados a gobiernos extranjeros). Además, Canadá, Cuba y casi todas las naciones de Europa occidental gozan ya desde hace décadas de sistemas de asistencia médica más incluyentes, menos costosos y más eficaces que el considerado por el presidente Obama.

En particular, el sistema canadiense, llamado Medicare, atiende gratuitamente a todos los residentes del país, aun sin ser ciudadanos. El resultado es que la esperanza de vida de los canadienses en 2006 era de 80 años, dos menos que en Japón; de 77, la de los norteamericanos y cubanos, y de 74, la de los argentinos y uruguayos. (Ojo: la esperanza de vida depende no sólo de la asistencia médica, sino también, y en mayor medida, del ingreso, la desigualdad de ingresos, y el nivel de educación.)

¿Cómo funciona el Medicare canadiense? He aquí cómo lo veo yo desde hace cuatro décadas. Yo he elegido a mi internista y mis especialistas, y cuando me atienden no me cobran a mí, sino al gobierno de mi provincia. Este les retribuye conforme a una tarifa que depende del tipo de tratamiento: tanto por un examen de rutina, cuanto por una operación de apendicitis, etc. (Mi hijo canadiense nos costó 1000 dólares; mi hija, nacida al amparo de Medicare, salió gratis) Yo no pago directamente por estos servicios: ellos son sufragados por el impuesto provincial a la renta.

Yo nunca hablo de precios con mis médicos. En cambio, los norteamericanos no pueden dejar de mencionarlos y negociarlos, ya que las compañías de seguros médicos no se hacen cargo de todos los procedimientos que puede requerir un tratamiento. Recientemente, el economista Paul Krugman, de la Universidad de Princeton, acusó a las empresas norteamericanas de salud por invertir un gran porcentaje de sus presupuestos en estudiar la manera de privar a sus asegurados de la mayor cantidad posible de servicios médicos, actividad que él considera antisocial.

Proporcionalmente a su población, Canadá atiende a más pacientes y durante más horas que los EE.UU., pero gasta un 40 por ciento menos. Uno de los motivos del menor costo es que el papeleo médico canadiense es mucho menos voluminoso que el norteamericano. Por ejemplo, en Canadá hay un solo formulario, el provincial, para recabar el pago por servicios profesionales prestados, mientras que en los EE.UU. hay centenares de formularios: tantos como compañías de seguros. A los médicos canadienses se les hacen reembolsos electrónicamente por medio de un solo agente: su gobierno provincial. Así se minimizan las confusiones y las disputas. Además, los funcionarios provinciales de salud pública tienen interés en contener los aumentos de costos, porque compiten por fondos con sus colegas de los ministerios de educación, obras públicas, etc. Sobre todo, nadie se ve obligado a hipotecar o vender su casa para pagar cuentas médicas.

El régimen canadiense es bueno, pero no es perfecto. Un ejemplo: dado que la asistencia médica es gratuita, la gente ya usa y abusa con mayor frecuencia que en los EE.UU. y, por consiguiente, las listas de espera suelen ser largas y los médicos canadienses están sobrecargados de trabajo. Otro ejemplo: los psicoanalistas que hacen terapia de grupo suelen cobrar por cada paciente. Tercero: los gobiernos provinciales se quejan de que el gobierno federal no contribuye suficientemente a su presupuesto de salud pública.

Pero éstos no son sino lunares. El filósofo político sabe que no hay ni puede haber organización social sin problemas, cuando se trata de compartir recursos escasos como son el tiempo, el dinero, la inteligencia y la buena voluntad. Pero volvamos al Estado más poderoso del mundo, que puede dominar cualquier nación, pero no puede o no quiere mantener saludables a todos sus ciudadanos.

Pese a sus méritos, la iniciativa del presidente Obama es torpedeada por los mercaderes de la salud: las grandes clínicas privadas y las compañías de seguros, sus voceros mediáticos y políticos, y la complicidad de la Asociación Médica Norteamericana. Al respecto, esta sociedad profesional se ha opuesto siempre a su homóloga británica, la que apoyó desde su comienzo la socialización de la medicina, llevada a cabo por el primer gobierno laborista de posguerra.

El presidente Obama instó a los médicos a cambiar de actitud. Fue en vano: don Dinero es más elocuente que Hipócrates. Obama también acudió a los dirigentes religiosos, pero por ahora sin resultado, tal vez porque deben consultar con su jefe máximo.

El debate no ha terminado, y es emponzoñado por agitadores que mienten a gritos, a tal punto de tergiversar la verdad sobre el ejemplar régimen canadiense de salud pública, y de acusar al presidente Obama de ser nazi (o bien comunista) y de promover la eutanasia y el aborto. Algunos asistentes a estos debates públicos van fuertemente armados, lo que hace temer por la vida del presidente. Pero al menos se ha abierto el debate público sobre un asunto público de tanta importancia como la seguridad y el empleo. Y ésta es una novedad muy positiva en cualquier país.

Cuando miran los telenoticiosos, casi todos los canadienses se felicitan de habitar un país que, aunque menos rico y poderoso que el vecino, es más civilizado, por gozar de asistencia médica gratuita y por no gozar de la libertad de circular armados.


* Mario Augusto Bunge es un físico, filósofo de la ciencia y humanista argentino; destacado defensor del realismo científico y de la filosofía exacta. Es conocido por expresar públicamente su postura contraria a las pseudociencias, entre las que incluye al psicoanálisis, la homeopatía y la microeconomía neoclásica (u ortodoxa), además de sus contundentes críticas contra corrientes filosóficas como el existencialismo, la fenomenología, el posmodernismo, la hermenéutica y el feminismo filosófico.